Esta carta va para la dueña del jardín de mis raíces, la que me enseñó que al igual que a las flores hay que regar a las personas, con cariño mucho cariño como ella regaba a sus plantas y con frecuencia, la necesaria para que crezcan libres y hermosas.
Ella me enseñó a regar mis flores y procuró que creciera rodeada de frescos aromas. Pero , al igual que las plantas a las personas nos salen hierbas malas, ramas oscuras.
Cuando estás me salían ella me mandaba dibujar tulipanes en el suelo, podándolas poco a poco mientras yo me refugiaba en mis tulipanes.
Tantos tulipanes fueron, que me han protegido y me han hecho seguir el camino correcto, aprendiendo a podarme yo solita mis ramas oscuras, hasta que al final deje de necesitar dibujar tulipanes en el suelo.
Pero lo que nunca dejarán de necesitar mis raíces es ir a ese jardín y abrazar a la rosa que hizo de sus flores las más coloridas y bonitas de valencia, en ese escondido jardín mis flores crecieron felices y en ese precioso jardín se quedaron todos mis tulipanes.
La rosa siempre será mi abrazo y los tulipanes, mi refugio.