Y es que cuando algo te hace verdadera ilusión, lo vives. Es esa sensación que hace que te sientas como en la línea de meta de la felicidad, no sé si me explico, ese cosquilleo en la barriga con el que sabes que algo bueno viene detrás.
Existen muchos tipos de ilusiones en la vida, como pensar en lo que te pide el cuerpo, ir y hacerlo. Para mí estas son las más satisfactorias, cuando realmente haces lo que te apetece a ti porque el cuerpo te pide que lo hagas. ¿Te apetece irte a la playa un lunes a las 20:00h? ¡Ves y hazlo! Date un paseo un domingo por la mañana con un poco de música, prepárate una buena merienda de chocolate, baila, grita, canta, mánchate las manos con pintura, viaja…
Después está la ilusión de vivir un momento específico, de vivirlo para recordarlo, esa ilusión previa es de las mejores, de hacerlo bonito, que cuando te venga a la mente te entren esas cosquillitas, te salga esa sonrisa tonta y te saque unas ganas tremendas de revivirlo.
Y por último están las más complejas, las falsas ilusiones. Cuando imaginas algo de una manera, te ilusionas con vivir ese momento y, o no llega o llega con un giro de 180º. En ese momento la ilusión se rompe. Es doloroso si y puedes caer en no volver a ilusiónate (gran error).
Nunca dejes de perseguir una ilusión, persíguela hasta la muerte, porque de ilusiones también se vive.