Detener el tiempo, retenerlo unos segundos, disfrutarlo. La vida va a doscientos por hora y necesitamos momentos de frenar. Cuando frenas estas despeinada, confusa y por eso paras, te relajas, te repones y reflexionas, piensas en el antes y en el posible después, te preguntas si has vivido lo que llevas vivido como pretendías vivirlo y si el futuro al que te diriges es el que deseas. En ese momento en el que solo estas tú y tu consciencia, el tiempo de detiene.
Me gusta detener el tiempo cuando estoy en frente del mar y oír el bailar de las olas, en medio de un beso o en un autobús imaginando posibles vidas de los que me rodean, caminando por la calle o simplemente, y esta se puede hacer en cualquier sitio, con un poco de música en mis oídos.
Todo el mundo debería saber detener el tiempo, pero no es así. Hay personas que van a doscientos por hora toda su vida y es entonces cuando el tiempo les detiene a ellos para siempre, sin haber podido apreciar los bonitos detalles que regala un paro en seco y un respiro. Detén el tiempo.