Mi vida es como una montaña rusa, tiene mil subidas y mil bajadas, algunas llenas de adrenalina y ganas de repetir, otras se viven con miedo y cerrando los ojos deseando que acabe pronto. Antes solía haber más de las segundas que de las primeras y supongo que de eso se trata la vida, de aprender a agarrarse bien fuerte al asiento y tragar saliva con el fin de gestionar el miedo.
Al principio todavía cuesta mucho abrir los ojos y disfrutar de la bajada, pero ese paso es sólo para valientes que superan sus inseguridades a fondo. Lo mío es el primer intento, soy insegura, desconfiada y débil por momentos.
Mi montaña rusa tiene zonas peligrosas, con algún tornillo suelto, el cual hay que arreglar. Me alegra pensar que cada vez hay menos, pero a la vez cada vez que paso por una zona peligrosa estoy más cerca de caer al abismo. Cuando hago el esfuerzo y aprieto un tornillo flojo lo que sigue suele estar bien sujeto y preparado para ser disfrutado a gritos (tanto que es donde pondría la foto que te llevas de recuerdo).
La vida a fin de cuentas es eso, pasar por los tramos difíciles bien agarrada a todo tu coraje, y superarte sin dejar nunca que se derribe el carril y por supuesto sin rendirse en ningún tramo, porque entonces la atracción pone su fin, el vagón se para y te quedas sin esos intensos y excitantes momentos de felicidad.
Por eso te pido que estés a mi lado, allí donde estés, para en los tramos con peligros, conseguir abrir los ojos y vivir a gritos.